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Rodolfo Menéndez de la Peña: Periodista y pedagogo cubano en México

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Por Yudith Madrazo Sosa

Rodolfo Menéndez de la Peña nació el 15 de mayo de 1850 en San Juan de los Remedios, en la antigua región de Las Villas, hijo de Don Pantaleón Menéndez y Pérez y de Doña Carmen de la Peña y Pérez, ambos oriundos de la misma ciudad.

En 1867 recibe el título de Profesor de Instrucción Primaria en el Colegio de San Juan en su pueblo natal en Cuba y en ese mismo año es nombrado Estacionario de la Biblioteca Pública, en la que organiza el acervo bibliográfico con la metodología más moderna de la época.

Desde los diecisiete años comienza a escribir poemas y artículos en los periódicos locales y de la Isla, lo que le permitió forjarse desde muy temprano un prestigio por sus aptitudes literarias e ideas liberales.

Poco tiempo después, en 1869, al ser perseguido por sus manifestaciones políticas en favor del movimiento independista iniciado por Céspedes, decide partir a Yucatán, México, a donde viaja acompañado de su hermano Antonio, también pedagogo. Desde allí se trasladaron a la ciudad de Mérida, capital del Estado.

Sin embargo, meses más tarde emprende el regreso a su patria con el propósito de seguir participando en las acciones por la emancipación, hecho que lo acerca a José Martí, con quien establece un vínculo que perduró a lo largo de los años por medio de una intensa relación epistolar.

Al verse acosado y con riesgo inminente de perder la vida, vuelve a Yucatán en 1872 para establecerse allí definitivamente. Sólo en otra ocasión viajaría de nuevo a Cuba: en 1902, invitado por el primer presidente de la república, Tomás Estrada Palma, con quien había establecido amistad durante los tiempos de lucha.

El 26 de junio de 1889, José Martí le escribe a Menéndez de la Peña en una de sus cartas: «Yo no creo que mi tierra esté muerta. Está esparcida por el viento, y anda, en esta hora de agonía, por los pueblos y por el mar. Pero hay un hilo misterioso que a todos nos sujeta a la tierra querida y será bello de ver el día en que a un tiempo, con la maleta entre las alas, vuelvan al nido todas las palomas. ¡Ojalá que todos los que vuelvan a Cuba la hayan honrado en el destierro como usted!».

Aquel deseo martiano nunca cristalizó. Menéndez de la Peña permanecería el resto de su vida viviendo en México. Y, no obstante, nunca desaprovechó la ocasión para ayudar a la causa libertaria de su patria natal.

En otra carta, fechada el 3 de mayo de 1894 el propio Martí, movido por las urgencias de la guerra, le solicita: «Me ofreció una vez su casa; ahora se la pido. Si no tiene más que ella, déla». Rodolfo cumplió como un patriota y a pesar de los exiguos ingresos y recursos que tenía como profesor, vendió su patrimonio en detrimento del bienestar familiar y envió el dinero para apoyar la lucha por la independencia cubana.

Instalado en Valladolid, emprende una actividad educativa de gran aliento y de enorme impacto en la sociedad yucateca, acción que continúa hasta el final de su existencia. Por el renombre adquirido gracias a su labor otras comunidades de Yucatán lo solicitan para colaborar en los proyectos pedagógicos locales y así radica sucesivamente en el Puerto de Progreso, Izamal y finalmente en Mérida.

Paralelo con sus labores docentes Rodolfo Menéndez fungió como inspector escolar, prefecto de un instituto, visitador general de escuelas, miembro del Consejo de Educación Pública, director de la Biblioteca Manuel Cepeda Peraza y de la Escuela Normal para maestros de Yucatán, la cual hoy lleva su nombre, en señal de reconocimiento a su trascendental tarea. También fue presidente del Congreso Pedagógico convocado en 1916 por el General Salvador Alvarado, a la sazón gobernador del estado, con la finalidad de reformar el sistema educativo de Yucatán.

Dedicó con perseverancia su esfuerzo al mejoramiento social y cultural del pueblo yucateco. Contribuyó al establecimiento de la obligatoriedad de la enseñanza primaria y promovió la instalación de centros para este nivel en el medio rural de la región, entonces aislado y sumido en la ignorancia.

Organizó, fundó y dirigió para ese propósito varios periódicos pedagógicos como El Sol de Mayo y La Infancia. Durante más de veinte años sostuvo la publicación semanal de La Escuela Primaria, la cual serviría para difundir sus ideas y proyectar hacia la sociedad las nuevas tesis educativas emergentes en Europa.

Su obra como pedagogo, ensayista, literato y poeta es tan amplia, bien en México o en Cuba, que a su muerte el 3 de noviembre 1928, El Diario de Yucatán publicó durante dos años artículos suyos inéditos hasta esa fecha.

Según los historiadores, la colección hemerográfica de sus escritos periodísticos se encuentra en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Yucatán en varios volúmenes.

Otro honor a su quehacer fue el nombramiento como Benemérito de la Educación Pública del Estado de Yucatán en marzo de 1930. La Escuela Normal de Maestros del estado recibió entonces como homenaje su nombre, iniciativa seguida por otros planteles de la república.

Rodolfo Menéndez ejerció una gran influencia en su medio y, junto con su hermano Antonio, fue tronco de una familia conocidísima en la esfera intelectual de Yucatán, cuya aportación en el campo de las letras, la pedagogía y el periodismo es de gran notoriedad en México.

Tomado de: http://www.5septiembre.cu

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