Castillo de Jagua
Por Jesús Risquet Bueno
La vetusta Fortaleza del Castillo de Jagua que custodia la entrada de la Bahía de Cienfuegos desde 1745, considerada la tercera fortaleza del país, es hoy Monumento Nacional y uno de los símbolos que identifican a esa sureña ciudad.
Su nombre completo es Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua, singular simbiosis criolla del santoral español y el vocablo aborigen, que si bien es lengua extinguida, dejó su huella en muchos patronímicos locales, como en el caso de esta sólida construcción en piedra. Es la única fortificación militar española que perdura en las cinco provincias del centro de la Isla.
El Castillo de Jagua fue proyectado por el ingeniero militar José Tantote; es una estructura cúbica, con dos niveles, un puente levadizo y una garita abovedada. Todo ello al estilo de Sebastián Le Pestre, ingeniero francés quien instrumentó su propio sistema de fortificaciones estableciendo la relación entre el paisaje, la topografía y las formas geométricas. Su edificación se llevó a cabo sobre una roca en la orilla occidental del estrecho cañón que da acceso a la bahía y su forma abovedada se imbrica armónicamente en el paisaje.
Este ingeniero francés al servicio de la corona española construyó el fuerte militar a la entrada de la Bahía de Jagua, con el objetivo de evitar la penetración de corsarios y piratas, quienes propiciaban el comercio de contrabando y la extracción de las riquezas por esa zona costera de la Isla.
Dentro del recinto amurallado, al cual se accede a través de un puente levadizo de madera, cientos de personas visitan cada año las celdas, la capilla, el patio interior con su aljibe y las explanadas, desde donde aún una batería de cañones apunta a las aguas del Mar Caribe.
Si durante el siglo XVII contuvo el filibusterismo de Francis Drake, Jacques de Sores, John Morgan , Guillermo Bruce, Lorenzo Craff y otros temibles “lobos de mar”, que pretendían también beneficiar sus coronas con las riquezas ultramarinas, en 1762 ocupó un relevante lugar en la historia de Cuba, al servir de sede al mando militar español, frente a la breve ocupación inglesa del país.
A más de dos siglos de ese acontecimiento fue inaugurado allí el Museo Fortaleza Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua, institución cultural donde a través de ocho salas podemos conocer los antecedentes socio-económicos y el desarrollo histórico-constructivo que propiciaron el origen del inmueble. Además, podemos ver objetos relacionados con la historia local, tales como: armas de la época, avíos de pesca utilizados por los pobladores de la zona, grilletes, cadenas y esposas, entre otras piezas de gran valor, que son evidencia material de los siglos XVIII y XIX.
En una sala ambientada se encuentra un juego de escritorio de época junto a otras muestras, ubicados en el local, que en sus inicios fuera la oficina del Gobernador del Fuerte.
No menos importante es La Capilla, que aunque adolece de la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua, permite conocer los nombres de los capellanes que oficiaron en el recinto hasta el año 1866, así como una pintura mural realizada en el año 1833 aproximadamente.
Pero lo que más fama confiere a esta fortaleza no son sus piedras a prueba de obuses ni el poder de su artillería; sino la famosa leyenda de la Dama Azul, que ha perdurado durante siglos.
Cuentan los habitantes del lugar que, según decían los primeros pobladores del castillo, los graznidos y el vuelo en círculo de una rara ave sobre el recinto militar antecedían a la aparición nocturna de un fantasma femenino de elegantes formas, envuelto en un vaporoso vestido azul y la cabeza cubierta por un velo de igual color.
La leyenda narra que un joven alférez, recién llegado a la dotación, ignoró una noche los consejos de sus veteranos compañeros de armas y fue al encuentro de la aparición, que salía de la capilla de la fortaleza donde había sido sepultada doña Leonor de Cárdenas, esposa del primer comandante de la guarnición, Juan Cabeza de Vaca. La guardia lo encontró tendido en el piso de una explanada, sin conocimiento y envuelto en un gran manto azul a la mañana siguiente. Desde entonces fue recluido en un manicomio porque perdió para siempre la razón.
Todavía en nuestros días, a más de un cuarto de milenio de la construcción de la fortaleza, algunos cienfuegueros alimentan en las noches sin luna la leyenda de la etérea dama vestida de azul mar.
El Museo del castillo no sólo brinda visitas dirigidas, también ofrece servicios de información a través de su banco de datos, así como de actividades de animación cultural, cursos de apreciación y creación; y otras especialmente de gran interés para niños y jóvenes. Su visita es una experiencia indescriptible.
Tomado de: http://www.trabajadores.cu