Teatro Milanés
La primera vez que se trata acerca del teatro en Pinar del Río, o de espectáculos relacionados con él, se remonta al año de 1832, cuando Toribio de Zancajo, en su excursión a Vueltabajo, señala que a corta distancia del centro del caserío de la loma bajando por la que sería calle mayor, “hay un cercado donde se hacen representaciones”. Y estando en ese lugar aparece su primera denominación como Teatro Lope de Vega en 1839, estaba construido de tablas y tenía entonces techo de guano…
En 1845 la Junta de Administración que: “Fue terminado e inaugurado el Teatro Lope de Vega”, fabricado de tablas y techo de tejas… sus primeros empresarios serían Viñas y Gener. Tendría funciones múltiples en su nuevo asiento o local, casi al extremo de la calle Real de la Vega o Calle Mayor.
Precisamente en este año, había asumido el cargo de Teniente Gobernador Don Dionisio de Mondéjar, quien cedió el terreno para la construcción del teatro y se encargó personalmente de la obra. El local ya concluido tendría 20 varas españolas de frente y 32 de fondo y en su interior contaba con 34 palcos, 17 a cada lado y un lunetario con 150 asientos.
A cargo de la Real Hacienda, la Junta de Administración que presidiría Mondéjar como Teniente Gobernador, a partir de su constitución el 25 de enero de 1846, alquilaba el local a sus dueños a un precio de 204 pesetas en diferentes períodos del año y de acuerdo con sus intereses, por cuanto, el local podía ser utilizado en otras funciones pero, tomando en cuenta los dos primeros años de trabajo ya concluidos en 1847, Don Dionisio de Mondéjar introdujo algunos cambios en el inmueble, antes de abandonar su cargo; entre esos cambios se cuenta la división interior con barandas y la platea a ambos lados del lunetario.
El teatro pasaría a un plano inferior y aparte de “festejos oficiales”, la gran sala de “encuestas” y albergue de tropas, pocas veces se animaría con obras que por su impacto social eran temidas, debido a los bocadillos de los cómicos o actores; y por los poemas declamados, con temas patrióticos. De igual manera pasó con “La Fiesta de los Bandos” que se mitigó después de su aparición en 1848 y sólo esporádicamente se disfrutó hasta su clímax de la década del 80, luego de cierto período de realce previo en 1862 y de su desaparición durante el conflicto armado del 68.
En 1867, el teatro fue escenario de una fiesta sumamente significativa para la historia de la ciudad, en el mes de septiembre: el Banquete y Baile Oficial que formaron parte de los festejos por haber recibido Pinar del Río el Título de Ciudad, otorgado por Real Cédula el 10 de septiembre en Madrid, según comunicación del 14 de ese mes, recibida la víspera del acontecimiento social que habría de celebrarse el día 18 en el teatro Lope de Vega.
El acto oficial de agradecimiento a la Reina, ese 17 de octubre de 1867, el banquete protocolar donde los discursos se pronunciaron y el baile de gala que concluyó todos los festejos, se desarrollaron en el lunetario de este teatro, del cual se retiraban los bancos para ser convertido todo él, en espacioso salón, siempre se ofrecía, durante el banquete, alguna suerte de breve representación teatral o circense en el escenario, se declamaban poesías o se cantaba y al final la orquesta principal de la recién nombrada Ciudad animaba el festejo.
Así llegamos a 1880, cuando cambia de dueño el teatro Lope de Vega, pues Félix del Pino y Díaz lo compra, declara su cierre y lo modifica sustancialmente; además, utiliza por primera vez un empleado como “bastonero” el cual sería el encargado de mantener el orden interior y la disciplina durante las escenificaciones u otras actividades; era una especie de antecedente de lo que serían los “acomodadores”, se presentaba con un traje vistoso y llamativo para ser suficientemente reconocido entre los demás asistentes y se acompañaba de un cayado o bastón, de donde se derivó su nombre.
El 18 de mayo de 1881, Félix del Pino y Díaz habría de demostrar que tenía garras de empresario muy por encima de los que lo antecedieron en la conducción del inmueble y presentó un teatro interiormente remozado y con una mayor cantidad de luces (alumbrado de gas y de algunas lámparas de carburo), para desarrollar el baile más sonado que se recuerda en toda la historia del Lope de Vega hasta ese momento. Fue el dedicado a homenajear el nacimiento de la Infanta María de las Mercedes de Borbón. Esa sería la manera oficial de reinaugurar, en nuevas manos, el teatro.
“La orquesta se ubicaba a la entrada, inmediatamente después del pequeño recibidor, sólo separado entonces del resto del lunetario o parte central del teatro, por unas cortinas oscuras. Antes, por supuesto estaba el amplio portal engalanado y con mucha luz, con medios puntos de ladrillos que soportaban en ellos horcones de madera y travesaños muy sólidos con cielo raso y entramado de bajo puntal, sobre el cual se hallaban las habitaciones de la empleomanía del teatro. Aún en este año, el edificio estaba construido en su mayor parte de madera, es decir, desde esta primera parte hasta el fondo del escenario. Luego tenía tres puertas, la del centro conducía a la platea o proscenio y a los palcos.
En su entrada, recordaba Rafael de Villa, había un recinto o antesala o vestíbulo o sala de espera, con las cortinas ya mencionadas, las cuales podían correrse. Después el amplio salón que servía de lunetario o de sala de bailes, al principio del cual se ubicaba la orquesta en este segundo caso y a los lados quedaban los palcos y pasillos, al final el escenario, de gran capacidad, donde más tarde se pondría la pantalla para las primeras proyecciones, era donde el bastonero mantenía a raya a los niños, mientras sus padres disfrutaban del baile. A esta altura todo el teatro se alumbraba con gas en su interior, pero aún se conservaban.
“Alzábase el edificio del teatro en la calle frente a Laviada, en el mismo lugar de hoy. Componíase de portal amplio decorado con medios puntos de ladrillo, descansando sobre horcones de madera, cielo raso y un entresuelo de bajo puntal como el que tiene ahora, que era habitado por los empleados del teatro como tramoyistas. Todo el edificio, era de madera, a excepción que constituían la hermosura de la fachada del recinto, si tenemos en cuenta que por esos tiempos había muy pocas casas que tuvieron ese adorno. Al frente tenía tres puertas, la del centro conducía al personal de platea o proscenio y los palcos. Tenía una antesala pequeña o sala de espera con cortinas que se corrían cuando estaba celebrándose el acto.
Llamábase el teatro en honor de aquel mago del verso que admirará eternamente a las generaciones con el caudal infinito de su lira pródiga: Lope de Vega. Llenábase el amplio salón que unas veces era teatro y otras salón de baile, de bancos que podían alojar a seis personas, dejando la entrada al escenario, poco más o menos como hoy, decorado por el pintor mejicano, Rodríguez de la Barca, que con el pardo Rafael Fontán y Narciso Costa, eran los únicos que se ocupaban de este arte en la época.
Cúpole por suerte al primero decorar el telón de coca con paisajes alegóricos y un letrero que se domonaba de todo el salón que decía:
“De distintos modos
Y con distintos nombres,
Lecciones de moral
Doy a los hombres”.
Así se llega al 28 de noviembre de 1898, cuando deja de llamarse Teatro Lope de Vega y comienza una nueva Historia, la del Teatro Milanés.
El Teatro, donde se acostumbraba realizar los más grandes festejos de la Ciudad, ofrece en este día un banquete y baile de honor a los generales mambises Juan Lorente de la Rosa y a su acompañante el General Antonio Varona. Don Félix del Pino y Díaz, al ocupar el turno de orador en uno de los discursos del banquete oficial, señaló, que habiendo concluido la guerra, le gustaría llamar a su teatro con el nombre de un dramaturgo cubano que siempre había sido de su predilección y sin más, brindó por el teatro que en lo adelante llevaría el nombre del poeta matancero José Jacinto Milanés.
El Teatro José Jacinto Milanés, es uno de los símbolos de la ciudad de Pinar del Río, ubicada a 200 kilómetros al oeste de Ciudad de La Habana. Es uno de los teatros más atractivos de Cuba, y de los más antiguos de América Latina.
Actualmente el Teatro Milanés es un exponente de la arquitectura ecléctica con predominio neoclásico. Posee una sala teatro con 540 butacas y una acústica excepcional; además de un patio estilo sevillano con escenario para café concierto, con capacidad para 120 personas y una cafetería–bar.
Por su escenario han desfilado importantes figuras de la cultura nacional como Rita Montaner, Alicia Alonso, Rosita Fornés, entre otras.
En 1989 sirvió de set principal para la filmación de la película La bella del Alhambra, y poco después cerró sus puertas.
El Teatro Milanés requirió para su reparación capital dos millones de pesos y medio millón en pesos convertibles, lo que permitió dotarlo de la luminaria, sistema de aire y audio propios para su ambientación. Al conocido pintor y restaurador Julio César Banasco correspondió la tarea de restituir todo el decorado.
Después de más de 15 años de cerrado, el 27 de diciembre de 2006, el Teatro Milanés reabrió sus puertas.
Tomado de: www.pinarte.cult.cu
Foto: utrechtwillem, Jaime