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Valle de los Ingenios

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Casa Manacas-Iznaga

Por: Lazaro David Najarro Pujol

El viaje por carretera a la villa de Trinidad desde Sancti Spíritus es como retornar cinco siglos atrás.

El recorrido de unos sesenta kilómetros es muy placentero. Infinidad de puentes y hermosos paisajes convierten el paseo en una agradable excursión por el tiempo.

Ya próximo a la cuatricentenaria comarca el viajero se abstraer en la contemplación del verdor del Valle de los Ingenios, a tal magnitud que lo estimula detenerse a contemplar el panorama como si fuera un lienzo de un distinguido pintor.

La vista lo lleva hasta las cercana Sierra del Escambray, en la que se desarrolla el turismo de salud en Topes de Collantes, sitio que muestra su rica naturaleza y un microclima admirable.

Es casi necesario detenerse a contemplar por su hermosura el Puente Azul. Pero la naturaleza ofrece mucho más que la obra del más prestigioso paisajista: el Valle de los Ingenios es uno de esos prodigios que se presentan ante la vista del visitante y lo traslada a la época de la fundación de Trinidad, en 1514.

Siglos atrás era una floreciente comarca azucarera que hoy recupera el verdor de los otrora cañaverales en el suelo rojizo.

Una colonial edificación es testigo de la existencia de la hacienda Guáimaro, cuyo propietario don Mariano Borrell y Lemus, nunca imaginó que el inmueble desafiaría en paso azaroso de tantos años. En el Valle, patrimonio de 110 caballerías (14.55 Km cuadrados) de reliquias y leyendas y hoy reserva natural y arqueológica, llegaron a existir más de 50 ingenios, que un año lograron la mayor zafra de azúcar del mundo para su época. Deviene bello paraje rodeado de montañas e irrigado por las aguas del generoso río Agabama.

Ramón de la Sagra escribió: «Todo el valle de Trinidad pertenece a un corto número de hacendados que lo han cubierto con sus ingenios y potreros, sin dejar casi nada para los cultivos menores de los sitios y estancias».

No solo por el cultivo de la caña se caracterizó la región sino también por la cría de ganado y el cultivo del tabaco. Representó la época de gloria, los años del boom azucarero que permitió erigir las grandes fortunas trinitarias, las mansiones al más acendrado estilo vernáculo, con sus títulos de nobleza a expensas del inhumano trabajo esclavo.

Pero el Valle de los Ingenios y su impresionante legado de casas haciendas, torres, calderas y remanentes industriales se presenta como testigo de una lejana época. Desde la carretera se pueden apreciar aún, sobrevivido al tiempo, 13 casa-haciendas, representativas de la plantación rural del Siglo XIX.

Entre tanta majestuosidad arquitectónica merece distinguir la hacienda Manaca, una de las más nombradas en Cuba y el mundo. Su instalación principal devino restaurante y establecimiento comercial.

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Torre del Ingenio Manaca-Iznaga

Sobresale asimismo la torre campanario (con indiscutible influencia neoclásica y vestigio de la grandeza de antaño), la enfermería, la nave almacén-herrería. Testimonio de aquella época colonial lo son: el cementerio y el caserío de esclavos.

Los viejos inmuebles no responden a la típica estructura de barracón, sino a casitas organizadas a modo de pequeño batey. La Torre de Manaca estimula y desafía a los visitantes escalar el imponente baluarte que se eleva a 43,5 metros de altura.

Quien escale la edificación podrá observar estupefacto una de las más increíbles vistas del Valle de los Ingenios, vigía del tiempo, en cada uno de sus puntos cardinales. La historia lo acompañará siempre, abierta a su imaginación, para que se lleve en la memoria el encanto del Valle de los Ingenios, sitio declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988, junto con el Centro Histórico de Trinidad.

Tomado de: http://www.hicuba.com/articulos/valle-ingenios.htm
Foto: Mae

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