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Vínculos de Cuba y México

Alfonso Herrera Franyutti. Siempre al lado del dolor humano

Médico que escribe vivencias de su paso por el ring, la plaza de toros, la prisión, el quirófano. Mexicano hermano de Cuba. El más importante estudioso en su país de la obra martiana

Por Liset García

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Herrera Franyutti ha recibido en Cuba la Distinción por la Cultura Nacional, en 1995; la Orden de la Solidaridad, en 1988; la Distinción Pensar es Servir, otorgada por el Centro de Estudios Martianos, en 2007; y el reconocimiento Por la utilidad de la virtud, en 2009, entregada por la Sociedad Cultural José Martí. (Foto: L.G.R.)

Alfonso Herrera Franyutti ha publicado tres libros: Martí en México, recuerdos de una época, con tres ediciones ya; Sin Amores, acerca de la poesía martiana escrita en México; y Martí y el amor (un alma de mujer llama a mi puerta). “Estos son libros nacidos del fondo de mi alma”, confiesa.

Entonces caben preguntas y respuestas que expliquen cómo puede ser el alma de un hombre que, habiéndose dedicado casi toda su vida a la profesión de médico en diversos escenarios, y que se define como un escrutador del dolor humano, de pronto decide hurgar en el paso del Apóstol José Martí por México, tierra que vio nacer a Herrera Franyutti en 1930, precisamente, en el puerto de Veracruz, por donde el héroe cubano desembarcó en esa nación.

Con tal incógnita nació este diálogo para BOHEMIA, que ahonda en los lazos que unen a este mexicano a Cuba, donde ha sido reconocido con importantes distinciones que otorga el país.

Ha escrito numerosos textos, pero es al Apóstol a quien decidió dedicar su tarea mayor, su tiempo. Desde la copiosa obra periodística y epistolar que se ha podido conocer de su estancia en esa tierra, hasta los pormenores de la amistad con Manuel Mercado, el mexicano a quien Martí confiara no solo detalles de su vida, sino juicios, pareceres que revelan su pensamiento y personalidad. En esa historia todavía Herrera Franyutti se sumerge, escarba, halla.

¿Cómo nació su afán por escribir?

-Desde muy joven se despertó en mí la afición literaria. Colaboré en diferentes periódicos y revistas médicas y paramédicas: Allis Vivere, de la Facultad de Medicina; Emergencias TraumatológicasPanorama Médico y dirigí el periódico La Voz de Juárez, del que salieron unos cuantos números. He sido colaborador del Anuario del Centro de Estudios Martianos, siempre con artículos de temas históricos y literarios. He escrito, además, memorias de mis viajes y relatos de mis vivencias en los servicios de urgencias médicas, y como integrante de la Sociedad Mexicana de Egiptología.

“Mi contacto con el dolor humano ha despertado muchas motivaciones para comprender la naturaleza de las personas y sus pasiones, así también el interés por los libros y la literatura universal ha hecho de mí un incansable buscador de asuntos”.

-¿Y el médico?

-En 1950 principié la carrera de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de México. Nací en el puerto de Veracruz, pero allí solo viví mis primeros años. Luego, por motivos de salud de mi madre, nos trasladamos a la ciudad de México, donde he vivido desde entonces, a excepción de tres años en que estuve internado en Puebla para cursar mis estudios secundarios.

“Me gradué en 1956, año a partir del cual laboré en diferentes hospitales, principalmente como cirujano en los Servicios Médicos, entonces Cruz Verde, de la ciudad de México. También presté servicios en el Hospital de Traumatología Dr. Rubén Leñero y en el Instituto Mexicano del Seguro Social.

“Mi vida médica ha sido muy variada y me ha dado múltiples satisfacciones, siempre al lado del dolor humano. Como jefe de emergencia, médico de terapia intensiva, director del servicio de salud de la penitenciaría, médico de plaza en la Plaza México y el Toreo, jefe de la comisión médica de boxeo del estado de México.

“Los años corrieron. Ya casi se olvidaron del médico desde que se jubiló, pero quedó el martiano y eso me une a la causa cubana. Aporta más que un sentido a mi vida”.

-¿Cuándo entró Cuba en usted?

-Mis vínculos con Cuba nacen con la invasión a Playa Girón, que reforzó mi admiración por la Revolución naciente. Pertenezco a aquella generación que marchó tras el general Lázaro Cárdenas al Zócalo, en protesta contra aquella agresión. Ahí se iniciaron mis relaciones con la embajada cubana, a la que empecé a asistir en calidad de médico, cuando era embajador José Antonio Portuondo, con quien hice una verdadera amistad. Después de la invasión, llevábamos medicinas para enviarlas a Cuba.

“En enero de 1962 fui invitado a los festejos por el tercer aniversario del triunfo de la Revolución. Recuerdo aquella fecha: yo en la tribuna cerca de Fidel, ante el pueblo, el monumento a Martí… Ahí nació la idea de escribir algo sobre el Apóstol para el boletín que publicaba la embajada cubana en aquella época.

“A partir de esa fecha, los lazos han sido fraternos e indisolubles. Al principio, asistí a los primeros congresos sobre medicina celebrados en La Habana. Luego, Martí me ha traído una y otra vez. Perdí la cuenta de la cantidad de viajes que he hecho a Cuba.

“¡Cuántos nombres vienen a la memoria: Teresita Proenza, trabajadora de la Biblioteca Nacional -ya fallecida-, quien me obsequió las Obras completas de Martí. Los diplomáticos Joaquín Hernández de Armas, José Fernández de Cossío, Ismael González (Manelo), Manuel Aguilera. Nombres y vivencias imborrables, definitivos en mi vida.

“Recuerdo especial guardo de José Antonio Portuondo. Le tocó vivir difíciles años como diplomático, al principio de la Revolución. De él fue la idea de crear el Instituto de Relaciones Culturales México-Cuba, donde, entre otras cosas, principiaron las conferencias sobre Martí. Alrededor de Portuondo se aglutinaron la intelectualidad y un sector estudiantil. Frecuentaba mi casa junto a su compañera Berta. Ellos, mi esposa, mis hijos y yo éramos como familia; hasta que un día nos dijo adiós.

“Tengo más amigos y afectos en Cuba que en mi propio país. Puedo hablar de Cintio y de Fina, de mi relación fraterna con todo el personal del Centro de Estudios Martianos desde su fundación, y con otras muchas personas. Por estos lazos considero y siento a Cuba como mi segunda patria”.

-De su labor tan rica y diversa como médico, ¿a cuál lo unen los mayores afectos?

-Mi vida médica ha sido muy variada y angustiosa. Largas noches en vela durante muchos años en las salas de urgencia, y en los quirófanos, con la angustia de tener la vida de alguien en las manos. Sentir que de la habilidad de uno puede depender la salvación de una persona, y la sensación de fracaso cuando esto no se logra. Al respecto tengo varios casos publicados.

“También he sido testigo de la bestialidad humana, capaz de cometer los actos y crímenes más horrendos, que uno no es capaz de explicar o comprender. Me tocó vivir en 1968 la noche de Tlatelolco, cuando los Halcones (grupo paramilitar) tomaron el hospital, se llevaron a los muertos y los desaparecieron. Luego de la matanza no querían que se supiera a cuántos ascendían las muertes y los heridos. Sería muy largo contar al respecto, como de mi trabajo en la penitenciaría, donde pude conocer el alma humana.

“Como médico de la plaza México, ese ha sido uno de los puestos más honrosos. Fui el cirujano de quienes se jugaban la vida allí. Es muy emocionante, independientemente del valor que se le quiera dar a ese espectáculo. Escribí, también, de las heridas por astas de toro, y la estadística de mortalidad en la fiesta de los toros en más de cien años”.

Martí, BOHEMIA y Franyutti

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Quizás sea esta una de las pocas colecciones existentes de los artículos sobre Martí publicados en BOHEMIA (Foto: R.G.R.)

“Durante mi primer viaje a La Habana en 1962, comentando en la habitación del hotel donde me alojaron junto al escritor mexicano Agustín Cue Cánovas -a quien conocí entonces-, mi súbito interés por el gran cubano, me obsequió su libro Martí escritor. Así se hizo firme mi decisión de escribir sobre él.

“Desde que en la embajada se enteraron de que yo intentaba cumplir ese afán, me esperaban con algún recorte de lo aparecido en la prensa. En especial, me reservaban los artículos publicados en la revista BOHEMIA, donde aparecieron muchos. Por varios años llegó a constituir lectura obligada, que me proporcionó gran información. Acumulé un número tan grande de ejemplares que, por su volumen, tuve que separar los artículos sobre Martí, que encuaderné en dos tomos.

“Poco sabía yo de Martí en aquella época. Pero leyendo sus textos fui sumergiéndome en todo lo que hizo. En especial, sus artículos y poemas escritos en México; su profunda y entrañable amistad con Manuel Mercado, hallaron espacio en mi alma ansiosa de conocer más de él y de su vida. Así empecé a escribir apuntes para mí, sin otra pretensión. Pero crecieron hasta formar casi un libro. Le gustó al embajador Hernández de Armas, quien me propuso y animó a publicarlo. Así nació aquella primera edición, en 1969.

“Por cierto, recuerdo que yo tenía el libro muy mal mecanografiado, lo que me impedía darlo a alguna editorial. Pero en aquellos días fui nombrado director del hospital de la penitenciaría, donde dispuse de un buen mecanógrafo que en unos días me entregó una versión correcta. Así que Martí salió por segunda vez del presidio. Como no había editor para un autor desconocido, costeé la edición con mi peculio. El libro tuvo éxito.

“Cuando se entra en el camino martiano ya no es posible abandonarlo. Vinieron nuevas investigaciones, pláticas, profundizaciones en el tema, contactos con los más importantes estudiosos de Martí en varios países; y llegaron la segunda y la tercera ediciones”.

-La obra ensayística, epistolar, periodística, diplomática, literaria del cubano es casi inabarcable, y Herrera Franyutti escogió los amores de Martí para convertirlos en un libro.

-Me interesa todo lo que él hizo, que fue muchísimo. ¡Y eso que solo vivió 42 años!

“Un día pensé que hacía falta ver a ese hombre íntegro en otra dimensión. Más acá del héroe, del revolucionario, del escritor, está el ser humano. Esa visión se convirtió en un libro. Inicialmente fueron simples apuntes y, luego, un articulito, que creció”.

-Manuel Mercado, amigo y confidente. ¿Cómo valora que sea a un mexicano a quien debamos que se conozca mejor el pensamiento martiano, gracias a su relación epistolar y afectiva?

-Sobre la vida de Martí en México, a lo que más energías he dedicado ha sido a estudiar esa relación entre ellos. Juan Marinello calificó dicha amistad diciendo que debía inscribirse entre las amistades ejemplares de la historia.

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En Ciudad México una institución rinde tributo al héroe cubano, la Sociedad Cultural José Martí (Foto: L.G.R.)

“De él Martí recibió el primer abrazo mexicano el día de su llegada en 1875. Lo recibió sin conocerlo, pero ese hecho marcó el momento del nacimiento de la hermandad que los acompañaría toda la vida. Gracias a la fidelidad que hubo entre ellos contamos con esas cartas, en las cuales encontramos como en un retrato la personalidad de ambos. Lo que fue y es Martí para Cuba, América Latina y el mundo se perdería en el tiempo sin esos testimonios.

“De ahí que haya dedicado varios estudios y conferencias a ese tema. Recuerdo Si estas piedras hablaran, conferencia del 18 de junio de 1994, con motivo del centenario del último viaje de Martí a México. Manuel Antonio Mercado, el Caballero del silencio y Hay afectos de tan delicada honestidad, publicados respectivamente, en el Anuario del Centro de Estudios Martianos y en la revista Casa de las Américas.

“Por ser mexicano estoy comprometido a seguir indagando en esa amistad”.

-¿Qué siente cuando recorre los sitios donde vivió Martí?

-Desgraciadamente poco queda de aquellos lugares, solo la casa de la Calle de Moneda, donde vivió la familia Martí Pérez a su llegada a México. Y la casa de Mercado en la calle de San Ildefonso, donde Martí se alojó en 1894. Allí hoy está la sede del gobierno de Tlaxcala. Se conserva bien y la visito emocionado, sabiendo que allí vivieron ambos personajes y que guarda el recuerdo de una época histórica y brillante.

“Lo añejo de aquella casa, sus gruesos muros, invitan a recorrerla con respeto. Si esas piedras hablaran, cuántas conversaciones y confesiones íntimas de Martí a Mercado podrían contarnos. A esa dirección venían dirigidas las cartas de Martí al amigo fraterno.

“Casa de amores’ la llamó en un poema. Gracias al relato que dejara Ernesto Mercado, hijo del anfitrión, se conocen recuerdos de la estancia del cubano allí. En aquel ambiente casi conventual ambos personajes toman vida y se agigantan en el recuerdo.

“Se dice que al despedirse en aquella casa en 1894, Mercado preguntó al cubano cuándo regresaría. Este le respondió: ‘Yo nunca me voy’. Efectivamente, Martí está ahí en espíritu, y presente”.

 

Texto publicado en la Revista Bohemia el 15 de octubre de 2013



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