Rastros de viejas rutas entre Cuba y México
Por: Antonio Paneque Brizuela
Naciones de milenaria proximidad geológica, ancestral influencia mutua y actualizada interacción bilateral, tal vez nadie haya sintetizado antes esos vínculos, en una sola unidad temática o programa, como lo ha hecho ahora la Compañía Turística Habaguanex con 31 antiguas rutas históricas, religiosas y culturales entre México y Cuba.
La nueva oferta turística transcurre entre la mística de esa treintena de puntos de la capital y está llena de revelaciones y sorpresas no solo para el visitante azteca, sino también para el cubano, el ibérico o para el viajero de cualquier país, que descubre, de pronto, que un Capitán General de la colonia española y cuatro obispos fueron ciudadanos de origen mexicano.
Fruto, en particular, del investigador y escritor Rafael Fernández Moya, el nuevo producto es una suerte de paquete recreativo, histórico arquitectónico y en general, histórico, fue estrenado durante la última Feria Internacional de Turismo de La Habana y comienza, precisamente, por el Palacio del Gobernador y Capitán General.
Fernández Moya, un conocedor de la historia de la capital, describe el recorrido como una suerte de selectivo tur por el centro histórico de la capital cubana, bajo el nombre de Huellas de México en La Habana Vieja, a cargo de Habaguanex y de la Agencia de Viajes San Cristóbal, entidades ambas adscritas a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Obispos de origen mexicano
El Teniente General Ignacio María del Castillo fue el mexicano nacido en Jalapa en 1811 que en 1883 sustituyó en el cargo al general Modesto Prendergast y gobernó desde el Palacio del Gobernador y Capitán General, popularmente llamado “de los Capitanes Generales” (Tacón entre Obispo y O’Reilly), construido entre 1776 y 1791 y hoy devenido Museo de la Ciudad.
Otra prominente representatividad azteca en tierra cubana ocurrió con los cuatro clérigos mejicanos que ocuparon la Mitra de Cuba, alternadamente, durante los siglos XVII y XVIII en la Casa del Obispo, edificación del siglo XVII y autor desconocido, Palacio Episcopal hasta 1858 y hoy sede de la Dirección del Programa Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (Oficios entre Obispo y Obra Pía).
Esos altos dignatarios eclesiásticos fueron Leonel de Cervantes y Carvajal (consagrado en 1626), obispo de Guadalajara (en 1630); Nicolás de la Torre (1650), fallecido en La Habana en 1653; Juan de Santo Matías Sáenz de Mañosca (1662), obispo de Guatemala en 1667; y fray Gaspar de Molina (1730), promovido después a la Diócesis de Barcelona y luego Cardenal del Vaticano.
Profesores aztecas en la catedral habanera
Entre los misioneros que ejercieron como profesores por la Compañía de Jesús en el Colegio San José, establecido hacia 1720 en terrenos de la actual Catedral de La Habana, figuraron, alrededor de 1760, los mexicanos Andrés Prudencio de la Fuente y Estanislao Ruanova.
La Iglesia Catedral (Empedrado entre San Ignacio y Mercaderes), de autor desconocido, es el máximo monumento del estilo denominado “barroco cubano”, desarrollado en Cuba, fundamentalmente, en el siglo XVIII.
En el edificio del Colegio San José fue instalado en 1774 el Seminario de San Carlos y San Ambrosio y, veinte años más tarde, en lugar contiguo a éste, comenzó la construcción de una iglesia, que, al concluirse, fue, primero, Parroquial Mayor, y, luego, consagrada como la Catedral de La Habana.
Parque de La Fraternidad y Casa de Benito Juárez
Uno de los símbolos arquitectónicos cubanos de la unidad regional es el Parque de la Fraternidad Americana (Prado, Monte, Reina, Dragones e Industria), surgido de la Sexta Conferencia Internacional Americana, celebrada en La Habana en enero de 1928.
Instalación pública donde se han erigido obras escultóricas en homenaje a próceres de nuestra América, entre ellas la de Benito Juárez, durante esa reunión fue sembrada una ceiba con tierra traída de cada uno de los países americanos asistentes, comprendidos los Estados Unidos Mexicanos.
El árbol perdura hoy día y está rodeado por una verja de bronce fosfórico y macizo, engalanada con los escudos de las Repúblicas americanas, que fue concebida por los artistas galos Boubiaba y Bonani, y el maestro fundidor vizcaíno Barragoitía, y fundida en los talleres franceses de Darden-Beller y Compañía, que existían por entonces en la zona.
Otra obra que también recuerda en La Habana Vieja al primer indio latinoamericano presidente de un país, es la Casa del Benemérito Benito Juárez (Obra Pía y Mercaderes), edificación de finales del siglo XVIII, también de autor anónimo, que funciona actualmente como centro de la cultura mexicana.
Juárez estuvo de tránsito varias veces en La Habana, una de ellas en 1847, al Santa Ana asumir el poder, cuando viajó junto a los liberales Melchor Ocampo y José María Mata, para luego continuar hacia Nueva Orleáns y, otra, en abril de 1858, pocos meses después de salir de la prisión.
En San Francisco el Nuevo y otras iglesias habaneras
Salta a la vista la huella del barroco sobrio, pero también la de las artes decorativas y arquitectónicas mexicanas, en general, en la iglesia de San Francisco el Nuevo, situada en el trayecto habanero del Vía Crucis (Cuba y Amargura, 1633), que fuera dependencia de la Casa Parroquial Agustina de México.
La edificación, iglesia y convento de los misioneros de esa orden, cuya casa matriz estaba en el virreinato de Nueva España, exhibe en sus torres y en el diseño general la impronta de la cultura mexicana, que se ha mantenido después que pasara a los Franciscanos y se remodelara en 1844.
El experto de Habaguanex Fernández Moya refrenda las apreciaciones del profesor Joaquín Weiss, respecto a que en el exterior de la iglesia se presenta un caso poco frecuente de la arquitectura colonial cubana, de ostensible influencia del arte mexicano, y a que “el cuerpo superior de la torre muestra tallas menudas y profusas, así como formas ajenas a él, ejecutadas sin duda por algún cantero o escultor mexicano”.
Sobre la estructura de la iglesia y hospital San Francisco de Paula (Alameda de Paula), de inspiración barroca y construida en el siglo XVII y actual sala de conciertos y sede de la agrupación de música antigua Ars Longa, Emilio Roig de Leuchsenring, opinó que su graciosa cúpula presenta “gran parecido con la del templo de La Misericordia, en México”.
Estudios arqueológicos realizados en sus instalaciones y en la casa de la calle Habana número 958, entre San Isidro y Leonor Pérez, por las especialistas Karen Mahé Lugo Romero y Sonia Menéndez Castro, determinaron que entre los objetos encontrados destaca una alfarería conocida por “México pintado de rojo”.
Según constancia escrita de estos estudiosos, “es muy probable que los indios asentados en el barrio de Campeche trasladaran a Cuba sus tradiciones de creación alfarera y que, por tanto, parte de las piezas reportadas en excavaciones hayan tenido a nuestro país como lugar de factura, aunque no se descarta la posibilidad de que, en sus emigraciones hacia acá, también muchas de estas producciones constituyeran parte de su menaje”.
Y, a propósito del antiguo Campeche (desde la calle Muralla hasta el fondo de la bahía), otro de los 31 puntos del recorrido, allí se agruparon braceros del puerto y cultivadores yucatecos que habían logrado evadir la esclavitud, y esa presencia le puso nombre al barrio.
En actas del Cabildo habanero, como expone el historiador Manuel Pérez Beato en su obra Habana antigua, consta que indios mexicanos solicitaron solares, particularmente, en ese lugar, por ejemplo, las siguientes inscripciones de solicitantes:
Domingo, indio de México y vecino de la villa, pidió un solar junto a Catalina González” (18 de marzo de 1558); el 15 de septiembre de 1564 se hizo solicitud de “un solar en Campeche que está en el asiento y sitio donde tenía la estancia Juan Sánchez el Mozo”; y, el 2 de septiembre de 1575, el indio Juan de Rojas pidió un solar delante de Campeche, junto a otro del indio mexicano Pedro.
El Campeche original (en maya Ah-Kim-Pech, que significa “lugar de serpientes y garrapatas”) es un poblado de la Península de Yucatán, surgido en la tercera centuria de nuestra era. Como villa, fue fundada en 1540, la primera de los españoles en la Península y, antes de la conquista, el territorio que ocupa hoy estuvo poblado por los mayas.
Iglesia del Espíritu Santo
La Iglesia del Espíritu Santo (Cuba esquina a Acosta, 1638), de gran sencillez y originalmente erigida para negros y mulatos libres, devenida en 1661 segunda iglesia parroquial de la Villa y declarada en 1773 la única de La Habana con derecho a protección para los perseguidos por las autoridades, tiene una vinculación directa con ciudadanos procedentes de tierra azteca.
La instalación pertenece al distrito número 2 Espíritu Santo de la ciudad, donde, según el censo de población de 1861, residían 94 personas naturales de México y 54 de Yucatán. Precisa Fernández Moya que en esa época el total de residentes de esa nación en La Habana era de 325, propiamente de México, y 301 de Yucatán.
Iglesia de la Merced y Convento San Juan de Letrán
La casa anexa a la iglesia de la Merced (Cuba y Merced) sirvió de refugio a Martín Tritschler y Córdova, arzobispo de Yucatán, natural de Puebla, quien llegó a Cuba en agosto de 1914, obligado al destierro por el gobierno de Venustiano Carranza.
Durante su exilio, el arzobispo fundó la Junta de Socorro para mexicanos y consiguió acomodo en La Habana para sacerdotes y civiles emigrados. Con el cambio de gobierno en México en 1919, se iniciaron negociaciones por el regreso del clero a Yucatán y el arzobispo Tritschler lo hizo en el mes de mayo. Pero, en abril de 1927, durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, el líder indígena embarcó con destino a su segundo destierro en La Habana, donde permaneció refugiado hasta julio de 1929.
La iglesia de Nuestra Señora de la Merced, redentora de esclavos, es uno de las tres templos habaneros donde hay imágenes de la virgen de Guadalupe, patrona de México y de América Latina (los otros dos son la iglesia de la Caridad, en el Barrio Chino, de Centro Habana, y la del Cristo Rey, en Plaza de la Revolución).
La iglesia, que data del último cuarto del siglo XIX, tiene una suntuosa decoración mural en su interior, única en las iglesias coloniales cubanas, en la cual participaron relevantes pintores nacionales, como Melero, Herrera, Chartrand y Petit.
Allí se exhiben, además, valiosos cuadros atribuidos a artistas clásicos españoles como Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), pintor barroco formado en el naturalismo tardío; Alonso Cano (1601-1667), también escultor y arquitecto; e Ignacio Zuloaga Zabaleta (1870-1945), uno de los más connotados artistas plásticos ibéricos de finales del siglo XIX y principios del XX.
En el Convento de San Juan de Letrán (Mercaderes entre Obispo y O’Reilly), de la Orden de Santo Domingo, donde en 1728 fue fundada la Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana, impartió cursos de retórica y filosofía Francisco Javier Alegre (1729-1788), de Veracruz, quien estudió filosofía en el Real Colegio de San Ignacio de Puebla.
Presencia azteca en otros sitios emblemáticos
El músico y compositor Agustín Lara, uno de los símbolos culturales más afines entre México y Cuba, se quedó para siempre en Cuba no solo por sus creaciones y el recuerdo de su controvertida personalidad, sino, además, mediante una estatua en la calle Desamparados entre Jesús María y Merced, frente a la Alameda de Paula.
El monumento de homenaje a quien fuera —y todavía es— uno de los artistas extranjeros más queridos y populares de la Isla en todos los tiempos, es obra del escultor y catedrático mexicano Humberto Peraza Ojeda y fue donada al país por el pueblo y gobierno de Veracruz.
Otras plazas o lugares emblemáticos de La Habana Vieja donde se verifica esta presencia mexicana avalada por diversidad de hechos históricos son el Castillo de San Salvador de La Punta, el Castillo de la Real Fuerza, la Calle del Ëmpedrado, la Casa de Pedro Alegre, el Consulado de México y el Comercio mexicano.
Completan la lista de 31 sitios de identidad mexicano-cubana la Casa de los Árabes, el edificio Casteleiro y Vizoso, la Plazoleta de Santo Domingo, la Huerta de Ferro o de Campechuelo, la Casa del conde de Vallellano, la Estancia de los Campechanos, el Parque de los Agrimensores, la Esquina de Egido y Merced, el Rancho de los Isleños, el Barrio de Guadalupe, el domicilio de José López Trigo de la Pezuela, la Avenida de México (antigua Calzada de Cristina) y el Puente de Villarín.
Fuente: CUBARTE
Fotos: Ferval
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