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Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Camagüey

Ubicada en la Plaza de los Trabajadores, se alza la Iglesia de nuestra Señora de la Merced, construida en el año 1601 por frailes de la orden de los Mercedarios en una ermita de madera y guano dedicada a Nuestra Señora de la Altagracia, donada por Juan Griego, vecino de la villa. Se encuentra rodeada por edificios de diferentes siglos, la mayoría con más de un nivel, sin embargo, estas construcciones no obstaculizan la visibilidad de la torre desde diferentes puntos de la ciudad. La majestuosa fachada es resaltada notablemente al aparecer como cierre visual de algunas calles y queda ligeramente dirigida hacia la Catedral.

A mediados del siglo XVII se sustituyó por un modesto edificio de paredes sólidas que fue demolido en el período de gobierno de Luis de Unzaga entre los años 1744 y 1747 para comenzar a edificar el actual templo, sin embargo en 1756 aún existía un templo provisional de madera -que poseía una torre de 35 metros de altura -, por no estar terminado el de tres naves, paredes de ladrillo y techos de bóvedas. Ya a mediados del siglo XVIII el convento era de un claustro con arcadas de dos niveles, y el templo en el lateral sur.

Entre 1820 y 1824, el convento se usa como cuartel. Debido al proceso de secularización quedan en 1842 pocos frailes mercedarios en el templo. Además sirvió como cuartel de serenos, de audiencia, de biblioteca pública y en 1868, se utilizaba la torre como un punto de vigilancia durante la guerra cubano española. Todas estas funciones se desarrollaron en el edificio a la par del proceso de secularización siendo los mercedarios una de las pocas órdenes religiosas permitidas en 1837, hasta que en 1842 se produce la total reducción de dichas comunidades quedando solo muy pocos frailes.

En 1848, la torre se repella, y se arreglan otros daños ocasionados por las inclemencias del tiempo. No obstante, hacia 1858, el templo se hallaba en mal estado. Tenía agrietada la bóveda que cubría las naves, existían grandes filtraciones en la zona de la sacristía, el piso de la iglesia, las ventanas y puertas estaban muy deteriorados y carecía de repello toda la fachada norte. Alrededor de 1867, se mejora la pintura del bajo presbiterio, la nave central y el coro, se le da lechada blanca a la cripta que está bajo el altar mayor.

La Orden de los Carmelitas Descalzos, en 1888, toma la iglesia y el convento, permaneciendo hasta mediados del siglo XX. Actualmente el inmueble está bajo la custodia del obispado de Camagüey.

En 1906, un incendio destruye el altar mayor de plata laminada, y se desploma la cripta debajo del mismo; afectó los cristales, otros dos altares y las pinturas murales. Se pudo salvar el Santo Sepulcro y el Trono de la Virgen.

En 1904, se reparó el techo y el frente de la iglesia, pero en 1906, un incendio destruye el altar mayor de plata laminada, y se desploma la cripta debajo del mismo; afectó los cristales, otros dos altares y las pinturas murales. Se pudo salvar el Santo Sepulcro y el Trono de la Virgen. Dos años más tarde el maestro de obras Claudio Muns Piqué, se encargó de las obras de reparación de la iglesia; el pintor Juan Albaijés Ciurana restauró las pinturas murales del templo, tanto las del interior como las del exterior, y a él se le atribuyen las pinturas de líneas art nouveau de las bóvedas de las naves del templo. Grandes transformaciones se hicieron en el convento en 1913.

En 1926, se realizaron nuevas reformas a dicha fachada, sustituyéndose el alero de tejas por una cornisa y un pretil con balaustrada lumínica. Después de 1933, las dos puertas laterales de la fachada principal de la iglesia fueron convertidas en ventanas y en los años cuarenta se rebajaron los escalones de la puerta principal, colocándose en su lugar una rampa. Entre 1933 y 1958 se realizaron varias intervenciones en la iglesia que cambiaron su aspecto exterior.

En 1978, con vistas a declarar a la Ciudad de Camagüey Monumento Nacional, se practicaron labores de acondicionamiento y fueron transformadas las escalinatas de las portadas laterales. En 1981 la pintura interior fue retocada y se retiraron los retablos neogóticos laterales. A partir de 1982 fue cerrada y apuntalada por presentar grietas en las bóvedas y arcos de la nave central.

En 1995, tras ser reparada y reforzados arcos, bóvedas y cúpula, y colocados tensores de acero en la nave central, la iglesia vuelve a ser abierta al culto. Posteriormente se refuerza la torre. En la primera mitad del año 2004 se concluyen las intervenciones constructivas en el templo de la Merced, con la sustitución del revestimiento de los muros exteriores. Este procedimiento permitió conocer que su primer color fue el amarillo sobre el enjalbegado aplicado directamente a los ladrillos, y por tanto restablecerlo. En esta última intervención realizada en la década de los ‘90 del siglo XX y principios del XXI participó el Equipo Técnico de Patrimonio, el Grupo de Conservación de la Universidad de Camagüey y el Arzobispado de Camagüey.

La iglesia cuya sobria expresión está marcada por la influencia manierista y el barroco español, se encuentra en un punto del trazado urbano que permite su observación desde diferentes perspectivas, ángulos y calles. La fachada principal, simétrica, unida a la del convento, conforma por uno de los lados la plaza triangular en que se ubica.

Esta fachada reproduce el esquema tradicional de tres puertas correspondientes a cada una de las naves de la iglesia. La portada principal es un arco de medio punto rehundido y enmarcado por anchas pilastras de doble capitel, conformados por las mismas molduras de la amplia franja de cornisa que la corona. Este sencillo conjunto constituye compositivamente el primer cuerpo de la torre que se yergue al centro de la fachada.

Sobre la puerta principal, la ventana coral centra la composición del segundo cuerpo. Es de vano recto y está jerarquizada con una recargada y rústica guarnición de pilastras de triple capitel, coronadas por un frontoncillo triangular quebrado por una hornacina que interrumpe los tres cordones del triángulo. Por arriba, el vano del nicho se prolonga y con la cruz que la corona intercepta las líneas de la cornisa que separa este segundo cuerpo del superior; por debajo la cartela que la sostiene también interrumpe la cornisa sobre la ventana.

Las puertas secundarias son de menor tamaño y vano recto, están guarnecidas por pilastras de doble capitel, rematadas con un frontoncillo triangular quebrado en su vértice central por un óculo elíptico, escoltados con acroterios que encierran un pequeño nicho. El remate de la fachada está conformado por una cornisa curvilínea que remata el hastial, a modo de cortina recogida al centro.

La torre está conformada por cuatro cuerpos: el primero constituido por el acceso principal, el segundo por la ventana coral. Los vanos del resto de los cuerpos son de medio punto, remarcados por lisas platabandas. Cada cuerpo cúbico está confinado por anchas pilastras superpuestas que acentúan el efecto ascendente de su altura. Culmina en un remate apiramidado rematado por una cruz y escoltado por grandes copones.

La fachada lateral exterior orientada hacia el sur presenta dos portadas gemelas, conformadas por columnillas adosadas a pilares y sobre pedestal, rematadas por frontoncillos curvos con una hornacina al centro del tímpano y quebrado en la parte superior al ser interceptado por dos de los cinco óculos rectangulares. Es esta una fachada característica de los templos de conventos de monjas, por tanto atípica para un convento masculino.

La cubierta de esta iglesia es única en Camagüey, conformada por un sistema de bóvedas de ladrillos de varios tipos: de cañón, de crucería, de arista, y una cúpula elíptica sobre el presbiterio.

La planta de tres naves es un rectángulo irregular: de su perímetro sobresalen el presbiterio, el ante-presbiterio y la sacristía con el camarín de la virgen, los cuales se alargan más allá del testero de las naves laterales. El coro y el sotacoro no se encuentran inmediatamente a la entrada, sino posterior a ella, pues fueron desplazados por el volumen de la torre central.

El templo en su totalidad difiere de la tipología arquitectónica camagüeyana por su planta, el sistema de cubiertas abovedadas de ladrillos, la ubicación y composición arquitectónica del coro y sotacoro, por incorporar de forma sui géneris dos portadas laterales gemelas y poseer una fachada principal con una composición de influencia barroca y por tener una torre central que a mediados del siglo XVIII no era característica en América, como sí lo fue en el siglo XIX, y que más bien remeda a los templos sevillanos de torre – fachada. Es el templo antiguo que conserva más integralmente la estructura formal y constructiva de este género edificatorio en la Ciudad de Camagüey.

Su valor patrimonial trasciende a escala nacional por ser el único en el interior del país que posee estas características tipológicas, semejantes a las de un reducido grupo de templos habaneros.

En esta iglesia se albergan interesantísimas pinturas del siglo XVIII. Ejemplo de ello son dos medallones muy primitivos, pues los denuncian sus formas lobuladas en forma de trébol y el óleo aplicado sobre tableros de madera; representan las imágenes de la virgen del Rosario y de Nuestra Señora de la Altagracia. Se localizan a ambos lados del Santo Sepulcro.

También de ese período son otros dos lienzos al frente de los citados anteriormente. En uno se refleja la imagen de la Virgen de la Merced y el otro su aparición ante los moros. Se desconocen sus autores.

Se conserva en este templo la más notable pintura mural religiosa principeña. La misma fue aparece firmada por Juan González con fecha 1826. Esta pintura no es un fresco como algunos la han catalogado sino, óleo sobre textil y el mismo se adosó al muro.

De extraordinario valor artístico es toda la decoración de bóvedas y cúpula. Realizada posterior al incendio de 1906, por el pintor de origen catalán Juan Albaijés. Las pinturas con motivos florales muy estilizados que envuelven símbolos de la iglesia se identifican con el estilo art noveau.

Las esculturas más antiguas conservadas datan del XVIII. Una de ellas es la Virgen sentada, imagen de vestir única en Camagüey por la posición que toma. Del mismo siglo es una imagen de bulto de Cristo Resucitado, presumiblemente utilizada en las primeras procesiones del Santo Entierro. Otra valiosa imagen de vestir es la Virgen de la Alegría, la cual se guarda en una de las capillas.

Otra pieza interesante es la que acompaña a la Virgen del Carmen. El dinamismo que brota de cada una de las figuras representadas contribuye al fervor emocional y religioso.

Todas las imágenes veneradas en las diferentes hornacinas corresponden al siglo XX y fueron traídas de España por los frailes carmelitas. Entre ellas son únicas en Camagüey la Virgen de la Merced, Santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz; no así san José, Niño Jesús de Praga, san Antonio de Padua.

Colgado en los muros se muestra el más precioso y mejor conservado de los Vía Crucis de Camagüey. El mismo, de madera y yeso se realizó en Italia por encargo de un grupo de benefactores. En cada una de las distintas estaciones se ha logrado un inusitado realismo por la perfección de las figuras representadas capaz de detener por minutos a la mayoría de los visitantes.

Relevante en esta manifestación es el coro sobre el atrio. El mismo adquiere la significación dinámica del barroco, a través del rico repertorio de líneas cóncavas y convexas, más sobresalientes en la medida que se aproximan al centro. Es curioso como la baranda se adapta de manera excepcional a las complicadas líneas.

Otras dos obras relevantes, son el altar mayor y el antiguo altar de la Cofradía del Santo Entierro. Ambas piezas neogóticas, proceden de Barcelona, España por donación de Dolores Betancourt; una de las principales benefactoras que ha tenido la iglesia católica.

El mobiliario religioso se compone principalmente de bancos, reclinatorios y confesionarios todos de siglo XX. En algunos de ellos aparece reflejado el escudo de los Carmelitas Descalzos.

Situado en el antiguo Altar de la Cofradía del Santo Entierro, encontramos la pieza litúrgica más importante de Camagüey y todo el país, el Santo Sepulcro, de plata a escala natural realizado en 1762 por un orfebre mexicano de nombre Juan Benítez. Compañero de esta obra excepcional es el Trono de la Virgen de la Alegría, realizada por el mismo artista.

Adosadas a muros y columnas pueden encontrarse diferentes placas de mármol y curiosas pilas de agua bendita. Sin embargo el trabajo más valioso es la base del Altar Mayor que fue realizado con mármol de Carrara, uno de los mármoles más finos de Italia y del mundo.

Debajo del presbiterio se localiza un pequeño museo, popularmente conocido como “las catacumbas de la Merced”, donde pueden observarse algunos de los enterramientos del período colonial, así como piezas y objetos religiosos en desuso, y otros encontrados en las excavaciones allí practicadas.

El convento es de un solo claustro, con planta en forma de C que rodea el patio por tres de sus lados, tipología predominante en Camagüey, en este caso sin galería adosada al templo. Posee dos niveles con arcadas: de carpanel en el primero y de medio punto en el superior, sustentadas por gruesos y bajos pilares cuadrados, con sencillos capiteles de molduras simples, que imitan el capitel toscano.

El patio posee una abundante vegetación, zonas de estar y de circulación, lo que ofrece un agradable confort ambiental, tanto en las galerías que lo circundan como en el interior del templo.

La fachada principal es un gran rectángulo apaisado, con una sola puerta y ventanas adinteladas en el primer nivel. En el segundo piso, correspondiéndose con los vanos inferiores, se ubican las puertas de los balcones que están limitadas por rejas de hierro. El aspecto es muy sobrio y la decoración se limita a la platabanda lisa que enmarca los vanos más antiguos y al pretil con balaustrada que remata la fachada. Su uso actual es de Casa Diocesana.

Ya en el año 2004 se le realiza la última intervención a cargo del ingeniero Miguel Avalos Macía.

Singular Museo en la cripta
Con los hallazgos realizados en el subsuelo de la Merced, el padre Sarduy junto a otros colaboradores organizó hace más de quince años un singular museo, al que añadió objetos traídos de otros lugares, y entre los que se encuentran un cristo crucificado , única imagen salvada del incendio que consumió totalmente al poblado de Guáimaro cuando la guerra de 1868; un sagrario de madera fechado en 1733 procedente de Nuevitas, y útiles de carpintería del siglo XIX empleados en las obras de reparación de la propia Iglesia de la Merced. Platos del antiguo hospital de mujeres de Puerto Príncipe, bandeja de plata de 1648, incensario de 1800, porta paz de 1762 y pedazos de tela del vestido de la imagen de la merced consumida por el fuego en 1906, se suman a la muestra en la que se encuentran una imagen de la virgen sentada única de su tipo en Camagüey y algunos enterramientos.

El Santo Sepulcro
Mucho se ha escrito acerca de los motivos que tuvo fray Manuel de la Virgen y Agüero para ordenar, a su costa, la construcción de esta joya de plata pura que guarda el templo camagüeyano de Nuestra Señora de la Merced. He aquí lo que la leyenda cuenta que ocurrió en los años 1700.

Manuel Agüero, rico hacendado, crio en su casa como a hijo propio al de una viuda que les servía. El mayor de los hijos de Agüero acogió fraternalmente al huérfano Moya, que así era su apellido. Y juntos fueron enviados a La Habana a estudiar leyes.

Allá, en la capital de la colonia, ambos amaron a la misma mujer. Un día el joven Agüero fue muerto en un duelo por su propio hermano de crianza, quien había enloquecido de celos. El fratricida, lleno de remordimientos, regresó al Príncipe de incógnito.

Una noche, Moya y su madre fueron a ver a don Manuel. Fue hecha la revelación del crimen. Cuentan que el sufrido padre dio dinero y corcel a Moya para que se fuera lejos y nunca más lo encontraran.

Don Manuel decidió ingresar en la Orden Mercedaria. Más tarde dotó al templo de una joya única en Cuba, y de las más valiosas de la América colonial hispana: el Santo Sepulcro. Se hizo venir de México al artífice Juan Benítez Alfonso. Se utilizó para la obra la plata obtenida al fundir más de 25 mil pesos en monedas de ese metal.

Desde 1762 -y por casi dos siglos- cada Viernes Santo, en la procesión del Santo Entierro, la impresionante belleza del Sepulcro llenó de recogimiento los corazones. Su majestuosidad, acentuada por el tintineo de sus innumerables campanillas, avivaba el siniestro recuerdo de un legendario crimen, al que se le confirió la virtud de llevar a un padre desgraciado a un grado extraordinario de santidad.

La Semana Santa
Una de las procesiones tradicionales de la Semana Santa era la del Santo Entierro. En ella se conducía el Santo Sepulcro en hombros de 14 ó 16 fornidos cargadores.

Auxiliados de almohadillas pequeñas realizaban su conducción. Era típica por el especial y acompasado ritmo que empleaban. El movimiento de balanceo hacía tintinear las campanillas e imprimía algo especial a la ceremonia.

Con los años la procesión fue reduciendo su recorrido. En los últimos años en que salió, ésta se iniciaba a las 8 de la noche. Partía de La Merced y tomaba por la calle Estrada Palma (antes Soledad, hoy Mayor General Ignacio Agramonte) hasta Avellaneda. Seguido el Sepulcro por una imagen de la Virgen Dolorosa, se tomaba por Avellaneda hasta Luaces. Y por esta última calle hasta la Catedral.

El Domingo de Resurrección salía el Santo Sepulcro de la Catedral. En la parte superior iba la imagen del Resucitado, de pie y adornada de un valioso manto de púrpura y oro. Se encontraba con la Virgen de la Alegría en la esquina de Cisneros y Martí. Allí se verificaba el saludo de Madre e Hijo, haciendo ambas figuras un ligero movimiento de inclinación. Juntas seguían hasta La Merced.

Desde el siglo XVIII se efectuaban otras procesiones religiosas que salían en recorrido por distintas áreas de la población. Una de ellas comprendía las plazas de San Francisco, La Soledad, La Merced, y la de Armas.

Era el recorrido denominado Vía Crucis. En las fachadas de aquellas casas frente a las cuales la procesión hacía determinadas paradas en función de la liturgia se colocaban cruces. Ante ellas los creyentes oraban o hacían la señal de la cruz. También eran colocadas las cruces en los campanarios de las iglesias.

Existían las 14 paradas, situadas en casas particulares o iglesias. Hoy quedan dos. Una en el extremo derecho a la entrada del templo de Nuestra Señora de La Merced. Otra en la casa de Avellaneda y Martí, considerada Monumento Local.

Tomado de: Portal Camagüey
Foto: Cuba si / Evabuijs



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